Es imposible saber desde cuándo la humanidad mide el tiempo de forma organizada; pero seguramente sea mucho antes de la invención de la agricultura: el ritmo de las estaciones marca la vida de los nómadas, que tienen que prepararse para el frío y la carestía del invierno en algunas latitudes y, en otras, para las estaciones lluviosas y secas. Saber con antelación cuándo llegaba el frío o volvía el buen tiempo podía ser esencial para la supervivencia y para eso era necesario contar los días. Desde el neolítico, hace unos 10.000 años, los ciclos de la agricultura, la siembra y la cosecha, dividían el trabajo del campo en periodos muy claros. El calendario más antiguo fue descubierto en Aberdeenshire (Escocia) y tiene unos diez milenios. Desde entonces se han producido grandes cambios, quizás el mayor fue el paso del Calendario Juliano al Gregoriano en gran parte de la cristiandad en el siglo XVI.
